Debates sobre el cambio climático. En busca de las respuestas para enfrentar los problemas del futuro.


La crisis del clima alerta a la humanidad; mientras los principales países causantes de los gases de efecto invernadero se niegan a modificar sus pautas de consumo energético, diversos sectores denuncian el sistema de producción y consumo y buscan alternativas. Un recorrido por las estrategias gubernamentales, las iniciativas científicas y los aportes de los movimientos campesinos e indígenas frente a un fenómeno que se hace cada vez más visible.

Por Florencia Yanniello


Si bien en un primer momento la ciencia dudaba acerca de las causas del cambio climático, hoy existe consenso en la comunidad científica en que está vinculado con la actividad humana. Los procesos que causan este cambio en el clima están relacionados con la presencia atmosférica de los denominados “gases de efecto invernadero”, tales como el dióxido de carbono y el metano, sustancias que retienen la radiación solar y aumentan la temperatura del aire que se distribuye luego a nivel global por la circulación atmosférica. El “efecto invernadero” es necesario para que exista la vida en la tierra, sin embargo, hoy está desequilibrado ya que se llevó, en pocos años, a niveles notablemente altos.
Vicente Barros, director de la Maestría en Ciencias Ambientales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) e integrante del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA), señala en su libro El Cambio Climático Global, que “el calentamiento global amenaza con la extinción de especies más devastadora de los últimos millones de años y, de persistir por mucho tiempo, haría de la superficie de la Tierra algo muy distinto de lo que es actualmente. Estos cambios vendrían acompañados de catástrofes y conflictos, algunos de los cuales ya se pueden vislumbrar”.
Otra de las consecuencias del calentamiento global es su efecto sobre los glaciares; el aumento de la temperatura regional y el ascenso de la línea de nieves permanentes, disminuyen el potencial de alimentación de los glaciares con nieve nueva, y aumentan el derretimiento de las porciones de los glaciares expuestas al contacto con la atmósfera.
Jorge Rabassa, investigador superior del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el Centro Austral de Investigaciones Científicas CADIC) de Ushuaia, advierte que la desaparición de los glaciares podría ser un desastre planetario. “El retroceso de los glaciares debido al calentamiento global provocará finalmente la desaparición de los pequeños glaciares de montaña, con impacto sobre los recursos hídricos en las cuencas, la pérdida de recursos de interés turístico y de parte de nuestro patrimonio natural”.
Rabassa asegura además que “lo más importante del retroceso de los glaciares es que ellos nos están advirtiendo acerca de la magnitud y alcances del calentamiento global, el cual tiene múltiples impactos en la vida humana, tales comoen la salud, la disponibilidad de agua, la biodiversidad, el ascenso del nivel del mar, problemas en la agricultura y ganadería, deterioro de los bosques, etc.”.
Si bien existe una Ley de Glaciares que los preserva del impacto de la minería,
esta legislación es irrelevante para protegerlos del calentamiento global. En este sentido, Rabassa afirma: “Los glaciares son vulnerables al aumento de temperatura y a nivel internacional, han sido considerados indirectamente por los tratados de cambio climático, el protocolo de Kyoto y otros acuerdos internacionales, pero dado que estos acuerdos no se cumplen, la protección es inexistente”.

Lo que se debería hacer

Los científicos discuten si es posible frenar este fenómeno; el mayor interrogante es cómo se puede llegar a un punto de quiebre en el proceso del calentamiento global. En este sentido, Vicente Barros, en su libro El Cambio Climático Global, señala que ese quiebre podría darse a través de un proceso consciente y ordenado a partir de decisiones políticas globales, o simplemente a través de un cambio impuesto por la catástrofe ambiental.
“En el mejor de los casos la negociación internacional trata trabajosamente de controlar las emisiones. Esto estabilizaría las concentraciones pero no en el siglo XXI. Debido al prolongado tiempo de vida de los gases de efecto Invernadero en la atmósfera, para lograr el equilibrio en sus concentraciones atmosféricas es necesaria no una estabilidad en las emisiones, sino una sustancial reducción”.
Para esto, se deberían reducir las emisiones necesarias hasta lograr la estabilidad de las concentraciones con respecto a los niveles de 1990 en pocas décadas. Según Barros, la reducción requerida de combustión de hidrocarburos no podría alcanzarse en menos de 20 años “por un cúmulo de razones políticas, económicas y culturales.”
Con respecto a las posibles acciones a llevar adelante frente al cambio climático, Jorge Rabassa sostiene: “La solución a largo plazo es la disminución del contenido de dióxido de carbono y metano atmosférico, sea por modificación de las pautas de consumo energético de los países desarrollados -especialmente EEUU, Unión Europea y Japón- y los países muy densamente poblados, como China e India, o reemplazando gradualmente los combustibles fósiles, petróleo, gas natural y carbón, por fuentes de energía no contaminantes” (Ver La alternativa energética, Materia Pendiende Nº11).
Rabassa indica que las modificaciones en la matriz energética “deberían ser acompañadas por cambios en los hábitos consumistas de los países desarrollados, y por el ‘secuestro’ del dióxido de carbono atmosférico, por medios mecánicos, químicos y bioquímicos, en particular protegiendo los bosques existentes, los arbustales y los humedales, y expandiendo en gran escala la forestación”.
El investigador del Centro Austral de Investigaciones Científicas explica que los árboles retienen el dióxido de carbono por la fotosíntesis y fijan este gas en forma de celulosa y otras sustancias vegetales en sus troncos y ramas. “Lamentablemente no hay consenso sobre las técnicas a utilizar para alcanzar estos objetivos, pues los intereses de las empresas petroleras y ciertos sectores industriales de los países desarrollados y emergentes conspiran contra la posibilidad que dicho acuerdo pueda ser alcanzado”, señala.
Otras acciones que podrían contribuir a solucionar el problema son la reducción de la ganadería a nivel global para reducir el volumen de metano arrojado a la atmósfera, y la habilitación masiva de medios aptos para cocinar y calefaccionarse en la China e India, de modo de evitar el uso de combustibles poco apropiados como la leña o el estiércol, de alto poder contaminante por su mala combustión, que forman las llamadas “nubes negras de carbón” que aumentan la absorción de la radiación solar. “Los Estados deben asumir sus responsabilidades y aprobar y poner en efectiva vigencia tratados internacionales que permitan limitar eficientemente las emisiones de gases de invernadero, reduciendo el consumo de combustibles fósiles, desarrollando las fuentes de energía forestación masiva en todo el planeta”, agrega Rabassa.
Las soluciones tecnológicas podrán posponer la crisis del clima, sin embargo la cuestión de fondo es el crecimiento demográfico, el aumento del consumo y las pautas de comportamiento arraigadas en la sociedad. “La principal causa del cambio climático sin lugar a dudas es un modelo de desarrollo y de sociedad que está centrado básicamente en la quema de combustibles fósiles en un altísimo nivel para la satisfacción de las necesidades humanas”, explica Carlos Vicente, miembro de GRAIN, -una organización internacional sin fines de lucro que trabaja apoyando a campesinos y agricultores en pequeña escala-, y de Acción por la Biodiversidad, una asociación
ecologista de Argentina.
“Nosotros hemos estudiado que el modelo de agricultura industrial es uno de los responsables más importantes del cambio climático. Hemos hecho estudios que hablan de que la energía que se gasta para la agricultura industrial, la producción de agroquímicos, el transporte de alimento y la ganadería industrial produce casi el 45 o 57 % de los gases de efecto invernadero. Entonces denunciamos específicamente este modelo”, advierte Carlos Vicente.

Lo que se está haciendo

A nivel internacional existe una estrategia para enfrentar el cambio climático; en 1992 se acordó la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC) con el objetivo de que todos los países del mundo se comprometan a llevar adelante acciones que contribuyan a revertir los efectos del calentamiento global.
Dentro de la Convención se implementaron diferentes instrumentos, tales como el estudio de las causas y posibles soluciones a través del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), compuesto por más de mil científicos de diversos países del mundo, incluyendo a la Argentina, y acuerdos internacionales, como el Protocolo de Kyoto, que establece compromisos de reducción y limitación de emisiones de gases de efecto invernadero para los países desarrollados en el período que va de 2008 a 2012 (Ver Panorama tormentoso, Materia Pendiende Nº6).
“La opinión de los científicos que integran el IPCC es coincidente en el sentido de asignar el calentamiento global al aumento de la emisión de gases de efecto invernadero en la atmósfera y no desviar la atención, como hacen algunas empresas petroleras, que atribuyen todo el efecto del calentamiento a variaciones en la emisión de radiación solar, dejando de lado toda injerencia humana, así también como los combustibles fósiles”, explica Rabassa.
El principal compromiso adquirido por los países que forman parte de la Convención Marco es el de formular y aplicar programas nacionales orientados a mitigar y facilitar la adaptación al cambio climático. Argentina, ratificó en 1993 la Convención y comenzó a instrumentar políticas y acciones con el objetivo de hacer frente de manera coordinada y eficiente a los desafíos que implica la problemática, tales como la Estrategia Nacional en Cambio Climático, cuya autoridad de aplicación es la Dirección de Cambio Climático, bajo la órbita de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación.
“Es una demanda que venía desde hace tiempo, era necesario que Argentina tuviera una Estrategia Nacional de Cambio Climático, así como la tiene en otras cuestiones ambientales. El tema es que implica un trabajo arduo y necesita de la participación de muchos actores que no son fáciles de convocar”, explica Nazareno Castillo, Director Nacional de Cambio Climático.
Los dos grandes lineamientos de la Estrategia son, por un lado, trabajar para la mitigación, es decir, lograr reducir o limitar las emisiones de gases de efecto invernadero y por el otro, facilitar los procesos de adaptación a los impactos del cambio climático con el objeto de minimizar los negativos y aprovechar las oportunidades de los positivos.
“Esos son los dos grandes objetivos, de cada uno se desprenden objetivos específicos, como promover la eficiencia energética, las energías renovables, la eficiencia en la producción de alimentos, y otras cuestiones que tienen que ver con mejorar los sistemas de monitoreo ambiental e incorporar sistemas de alerta temprana”, indica Castillo.
Para elaborar la Estrategia Nacional se creó un Comité Gubernamental en Cambio Climático integrado por organismos gubernamentales de las diferentes áreas del gobierno nacional que ya lleva quince reuniones y articula con el sector privado, organizaciones de trabajadores, la sociedad civil y el sector científico académico.
“Hubo un primer documento que fue ratificado el año pasado por las máximas autoridades de los organismos que integran hoy el Comité. Después se siguió trabajando con otro un poco más específico que se presentó recientemente a todos los actores, porque hasta el momento era una estrategia elaborada únicamente por integrantes del Estado Nacional y Provincial a través del Consejo Federal del Ambiente (COFEMA), que también está representado en el Comité Gubernamental”, explica Castillo.
El Director de Cambio Climático sostiene que una estrategia estatal requiere de los aportes de muchos sectores y para eso se lanzó un proceso de consulta, mediante el cual se pretende recopilar opiniones. “Lo que vamos armando tiene aporte de todos los sectores, el proceso va a tener que ser de ida y vuelta. Esperamos tener un primer borrador de propuesta, sujeto a comentarios, para tener un segundo borrador e irlo
consolidando”, agrega.
Además, la Estrategia Nacional tiene una parte centrada en la capacitación, la sensibilización y concientización de los impactos de los estilos de vida. “Lo hemos trabajado desde la Secretaría de Ambiente, hemos hecho un calculador de carbono e intentamos que fuera utilizado por colegios, por la gente, para poder ver cómo el uso del automóvil, la generación de residuos o el uso de electrodomésticos impacta sobre el cambio climático”, manifiesta Castillo.
Sin lugar a dudas, el calentamiento global, que era tan sólo motivo de discusión académica a partir de la década de 1970, pasó a ser un tema impostergable de la agenda política, ya que, como señala Rabassa, “si el aumento de la temperatura supera la barrera de los 2º C, las consecuencias pueden ser de magnitud
catastrófica en algunas regiones del mundo y significativas en el resto del planeta”.
En este sentido, Castillo expresa: “El rol de la ciencia es fundamental, tenemos incertidumbre con respecto a las proyecciones climáticas y eso lo resuelven científicos trabajando con mayor cantidad de modelos, teniendo los recursos y el acceso a la información necesaria para generarlos. Toda actividad científica vinculada al cambio climático es fundamental para que desde la gestión podamos implementar acciones”.

Cambio climático y movimientos campesinos

Además de los gobiernos, también se involucran en la problemática del cambio climático las organizaciones y movimientos sociales, porque sostienen que las acciones a nivel gubernamental no alcanzan: “Hay un enorme abismo, nosotros denunciamos que el responsable de toda esta crisis climática es el modelo capitalista de producción y de consumo y más allá de los discursos, todavía en todos nuestros países, los gobiernos no están a la altura de las necesidades y no están escuchando a las comunidades locales como hace falta”, advierte Carlos Vicente, de GRAIN y Acción por la Biodiversidad.
Con respecto a las Conferencias de las Partes de la Convención de Cambio Climático de las Naciones Unidas (COPs) y las cumbres que se están desarrollando a nivel gubernamental, Carlos Vicente opina: “Lo que están planteán dose es cómo hacer negocios con los problemas ambientales. En el tema de cambio climático, se han creado distintos nichos de negocios: el mecanismo de desarrollo limpio, los bonos de carbono, el mecanismo REDD (Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación
de Bosques), que permiten que las corporaciones sigan contaminando y haciendo nuevos negocios ‘verdes’ que profundizan la crisis”.
Desde GRAIN y Acción por la Biodiversidad trabajan junto a Vía Campesina, un movimiento internacional que agrupa a pequeños y medianos productores, pueblos originarios y trabajadores agrícolas a pequeña escala. “Nosotros básicamente hacemos investigación para apoyar a los movimientos sociales, haciendo capacitación, dando talleres y distintos eventos en escuelas y demás actividades para abordar la problemática del cambio climático y por otro lado, hacemos un trabajo político a nivel internacional”.
Desde 1996, cuando la Vía Campesina participó de la Cumbre Mundial de la Alimentación de la Organización para la Agricultura y la Alimentación en Roma, Italia, con su propuesta de soberanía alimentaria en lugar de seguridad alimentaria, la organización se convirtió en uno de los movimientos sociales más potentes en cuestionar este modelo. “La agricultura campesina es una alternativa frente al cambio climático y desde hace años venimos diciendo esto. Hemos llevado estas propuestas a las COPs de
Copenhague y de Cancún y lo que uno encuentra desde los gobiernos es absoluta indiferencia a los problemas reales que estamos enfrentando”, señala Vicente.

El clima y la Madre Tierra

En abril de 2010 se llevó adelante en Cochabamba, Bolivia, la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y la Madre Tierra. Convocado por el presidente Evo Morales, el encuentro fue propuesto como una alternativa para profundizar los debates inconclusos de la COP 15, en Copenhague, Dinamarca, en el año 2009, que para amplios sectores resultó un fracaso rotundo.
La diferencia de la Conferencia con las COPs es que éstas son un ámbito dentro de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en los cuales los gobiernos realizan negociaciones multilaterales, y en Cochabamba se convocó a movimientos y organizaciones sociales para que debatieran sobre cambio climático. El título de la convocatoria, marcó un cambio de eje en la discusión: por primera vez se incluyó a la Madre Tierra.
Carlos Vicente, quien participó de la Conferencia, sostiene que se trató de “uno de los grandes hallazgos y hechos políticos de la última década porque por primera vez se planteó que en la solución de los problemas que atraviesan a toda la humanidad, no sólo deben participar los gobiernos, sino que los protagonistas deben ser los pueblos”.
Del encuentro participaron más de 35 mil personas de 140 países de todo el mundo, entre organizaciones sociales, comunidades indígenas y campesinas, universidades, instituciones científicas, artistas, activistas y gobiernos, entre otros. El objetivo fue el de posicionar a los pueblos y no a los intereses económicos en el centro de las negociaciones sobre el clima. Además se planteó por primera vez que los pueblos originarios ocuparan un lugar en el debate. En la cumbre, la Vía Campesina propuso
al Gobierno de Bolivia que incluyera un grupo de trabajo sobre agricultura y cambio climático, que no estaba contenido en la propuesta inicial. “Trabajamos muy intensamente y se elaboró un documento que realmente es esclarecedor en donde se denuncia la responsabilidad de la agricultura industrial y se plantea la necesidad de terminar con este modelo extractivista que está destruyendo al planeta”, expresa Carlos Vicente.
El Documento final de la Conferencia de Cochabamba propone que “una visión compartida para la acción cooperativa a largo plazo no debe reducirse,en la negociación de cambio climático, a definir el límite en el incremento de la temperatura y la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, sino que debe comprender de manera integral y equilibrada un conjunto de medidas financieras, tecnológicas, de adaptación, de desarrollo de capacidades, de patrones de producción,
consumo y otras esenciales como el reconocimiento de los derechos de la Madre Tierra para restablecer la armonía con la naturaleza”.
El encuentro en Cochabamba logró reunir a miles de personas con voluntad de hacer un acuerdo global que permita detener el desastre climático, incluyendo otras cosmovisiones y realidades que enriquecieron el debate. En este sentido, Carlos Vicente expresa: “Es muy claro que para enfrentar los problemas del futuro tenemos que primero poder acercarnos a otras formas de conocimientos y de ciencia. Estamos viviendo una crisis terrible y necesitamos volver a las fuentes de un conocimiento científico más integral, más humanizado y más respetuoso de la diversidad para poder encontrar las respuestas que hacen falta” .

No hay comentarios: