Barajar y dar de nuevo



















¿Cómo fue históricamente la industria nacional? ¿Qué otro modelo
es posible en Argentina? ¿Para quién? ¿Cuál debería ser la relación
con los países vecinos? ¿Qué cambiaría en la relación laboral de los
trabajadores? Aquí, especialistas muestran sus cartas.

Por Luciana Aon



“Nosotros tenemos una industria que ha sufrido muchos vaivenes durante el siglo pasado y lo que va de este siglo”, dice el ingeniero Enrique Mario Martínez, presidente del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI). “En realidad la industria propiamente dicha tuvo entidad a partir de las enormes restricciones a las importaciones de la década del ´30 y de la Segunda Guerra Mundial.
Así, a partir de sustituir importaciones, apareció en el país un tejido productivo muy interesante”, detalla. Entonces, como explica Julio Gambina, profesor de Economía Política
de la Universidad Nacional de Rosario, era “industrialización sustitutiva porque suplantaba una provisión de artículos industriales que provenían del mundo capitalista desarrollado, principalmente de Europa y Estados Unidos”; que por la crisis mundial o las consecuencias de
la guerra ya no se podían comprar. De modo que “la industrialización de la Argentina ha estado vinculada a momentos en que han aparecido problemas en los países capitalistas desarrollados, y esos países son capitalistas desarrollados por haber llevado adelante un proceso de industrialización intensivo”. Se refiere, puntualmente, al caso de Inglaterra al que se puede claramente identificar con la Revolución Industrial del siglo XVIII.
Si esa primera industrialización en Argentina fue “liviana, es decir, la producción de bienes de consumo”, la segunda se dio “en la década del ´50 y del ´60 vinculada con el desarrollo de la
industria pesada, o fábrica de fábricas”.
Esto es la producción de complejos de insumos para el proceso productivo industrial, por ejemplo el acero, la metalurgia y la industria automotriz. De esa manera Gambina describe que “para mediados de los ´70 la Argentina venía completando un proceso de desarrollo industrial integral, atravesando estos dos momentos de industrialización, y mostrándose como uno de los países
industriales y de mayor peso relativo de América Latina”.
Sin embargo, para el director del Centro Cultural de la Cooperación el Golpe de Estado de 1976 determinó que la situación descripta sea “completamente distinta a la actual”. Desde
entonces “el camino de la Argentina no es convergente con otros países de la región, como el caso de Brasil que en los años ´60 desarrolló un despliegue industrial muy importante que va a hacer que la brecha entre Brasil y Argentina crezca hasta la actualidad, donde la Argentina es un proveedor de materias primas a Brasil y un gran importador de bienes industriales”. Mientras uno ha logrado un lugar destacado en el sistema de producción mundial, el otro ha deteriorado
su participación. Como explica Gambina, “a partir de las transformaciones en política económica impulsadas por la dictadura militar, Argentina inició un proceso de desindustrialización relativa.
Y digo relativa porque no es que dejó de haber industria en términos absolutos, ni que no se habilitaron nuevos desarrollos sino que la industria empezó a tener una pérdida de peso respecto a otros sectores productivos, especialmente el de los servicios”, proceso que, considera, continúa hasta la actualidad.
Abraham Leonardo Gak es el director del Proyecto Estratégico Plan Fénix, creado en el año 2000 por un grupo de economistas en el ámbito de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, para discutir y proponer alternativas para los problemas de la economía argentina.
Gak también plantea que “en los últimos treinta años se produjo una reversión” de ese desarrollo industrial.
En cambio, Victorio Paulón, coordinador de la Federación de Trabajadores de la Industria de la Central de Trabajadores Argentinos (FeTIA-CTA), opina que “después de la devaluación de 2002 hubo un incipiente proceso de reactivación industrial. No una reindustrialización pero sí
un proceso interesante que tiene que ver con la recuperación económica”. Martínez, por su parte, explica que “cincuenta años después el mundo no sólo abandonó la doctrina de la sustitución
de importaciones sino que está controlado por grandes corporaciones multinacionales que han ido en algunos casos haciendo quebrar empresas locales y en muchos casos comprándolas, aquí y
en Brasil y en casi cualquier país que tuvo un camino de industrialización”. Por eso la extranjerización de la industria se convierte en un problema central: “Hoy el 70% de las grandes empresas industriales argentinas son filiales de empresas multinacionales, cuyo desarrollo se hace fuera del país, cuyos análisis de marketing se hacen en otro lado, que deciden hoy
trasladar una empresa a Colombia porque allí está más barato el salario”.
La necesidad de otra industria se impone como imprescindible también para Gambina, “puesto que la industrialización actual responde a un modelo productivo cuyas decisiones están fuera
del país, resultado de la transnacionalización del conjunto de la economía local”. Este “es el resultado de la globalización subordinada de Argentina, que está definida por el poder de las corporaciones transnacionales. No existe sector económico de la industria, el agro o los servicios
que no esté hegemonizado por el capital externo”, dictamina. Hay que indagar, entonces, “qué hace falta para su desarrollo y en ese sentido son muchas las asignaturas pendientes: de carácter
regional; como de necesidades insatisfechas de la población”.


Las cartas sobre la mesa


“Hay que ser realista, y a la vez estoico y tenaz”, puntualiza Enrique Martínez: “Es decir, no jugarse a los grandes proyectos y a las grandes alianzas con las corporaciones, porque con las corporaciones no hay alianzas posibles”. En cambio, lo que propone es “construir
desde abajo dos espacios: uno que signifique generar los bienes que satisfacen necesidades básicas al lado de las materias primas que hoy tenemos (que son todas las necesarias para lo que
hace a la alimentación, la vestimenta y la construcción)”. En ese sentido el concepto del desarrollo local es válido y está vigente para la Argentina. “Y el segundo plano es utilizar la inteligencia
de nuestras universidades para complementar esa producción de bienes básicos con fines de capital de cierto nivel técnico, que en algunos planos ya estamos en condiciones de dar saltos importantes, como en maquinaria agrícola, o desarrollar industria biotecnológica, industria
electrónica, hasta nanotecnología, para lo cual tenemos los científicos y los técnicos”. Martínez, de todos modos, marca sus reparos: “Las universidades son un componente importante en tanto y en cuanto no razonen en la línea de la innovación tecnológica que creó las unidades definitiva
genera una diáspora de consultores que trabajan por su cuenta, dándole una proporción pequeña de los ingresos a la universidad, con lo cual se dispersa la posibilidad de potenciar el conocimiento”.
Con un claro apoyo a esos sectores se podría entonces tener una industria de tecnología simple pero de capital argentino y local, y además una industria más sofisticada. Pero, Martínez alerta que “si el Estado se limita a recomendar lo que sería bueno o que la gente estudie tal o cual
cosa, lo que vamos a conseguir es que la gente estudie esas cosas, se emplee en Argentina en filiales de corporaciones multinacionales, en algunos casos, y que en la gran mayoría se vaya al exterior”. Por eso es estratégico “introducir al Estado como elemento inteligente en los eslabones de cada cadena de valor que se considere. Hay muchos caminos para hacer intervenir al
Estado de manera imprescindible”.
Por su parte, Gambina indica que el modelo industrial “debe partir de las necesidades de la población y los territorios provinciales y municipales. Desde allí articular con otros países de la región y del mundo, desarrollando asociaciones virtuosas”. Es decir, aprovechar las
ventajas comparativas de cada país para favorecer el desarrollo integrado en cada uno. “Si Venezuela tiene desarrollos energéticos, Brasil en la industria en general y Argentina en la producción de alimentos, bien podría potenciarse la tecnología de producción en cada uno de
los tres países para generalizar los beneficios a todos y diversificar la industria en cada país”, ejemplifica.
Tampoco considera que “se trate de aislarse, sino de generar nuevas y alternativas divisiones internacionales del trabajo" . De hecho menciona que la situación externa actual “es la oportunidad para avanzar en la desconexión relativa del mundo capitalista en crisis” que “plantea las nacionalizaciones y el proteccionismo para sobrevivir, en una clara alusión al
fracaso de sus políticas hegemónicas”. Es necesario tener un plan industrial integral, y recuperar la propiedad pública “de sectores industriales privatizados en los años ´90”. En ese aspecto es fundamental para Gambina la “participación de los trabajadores y los sectores económicos sociales vinculados a la actividad que se trate”.
Así, también “se debe alentar la pequeña y mediana empresa y fomentar un sector industrial de fábricas recuperadas por sus trabajadores, incluso fomentando la reapertura de fábricas cerradas y capacitar integralmente a los trabajadores” .
Desde su oficina en la Defensoría del Pueblo de Morón, Abraham Gak explica que “tiene que haber una nueva mirada de muy largo plazo porque estamos tan atados a la coyuntura, al quehacer diario que parecería que no tenemos tiempo…”. Entonces, “hace falta una discusión a
fondo sobre cuál es el perfil industrial requerido, eso con la condicionalidad de que tiene que ser un tipo de producción que pueda permitir incorporar mano de obra en cantidad y en calidad, un trabajo que permita una vida integral de quienes lo transitan. Esto obliga a que miremos
qué tipo de producción podemos ocupar, más todavía cuando los problemas de escala nos colocan en cierta indefensión”. Para Gak es necesario pensar qué nichos industriales son los convenientes
para el país, a los cuales hay que darles primacía en el apoyo oficial. “Deberíamos poner énfasis tanto en la biotecnología como sobre los nuevos aspectos de la nanotecnología. Si no hacemos eso
nos vamos a quedar realmente como proveedores de materias primas, sometidos a los dictados de los intereses extranjeros”, define. Como Martínez, también ubica la intervención del Estado como un aspecto fundamental, “porque es el proveedor de recursos iniciales para el desarrollo a mediano y largo plazo”.
Respecto del perfil industrial que debe tomar el país, indica que “no cabe ninguna duda que tiene que cumplir con algunos requisitos básicos. El primero de ellos es un desarrollo muy fuerte del mercado interno, el segundo elemento fundamental es reforzar a la pequeña y mediana empresa por dos razones: porque son mayores proveedores de empleo, y además son los sectores que aplican tecnología con mayor rapidez y calidad”. En contraposición Gak menciona que un
proceso como el de la producción agropecuaria primaria “no puede cobijar a todos los habitantes de este país” porque “el desarrollo extraordinario que ha tenido ese sector ha derivado en una clara disminución de la población trabajadora, de modo que prácticamente cada vez en mayor proporción, el campo da menos mano de obra”. Eso no quiere decir que haya que descartar este desarrollo, sino que “lo ideal sería agregarle el valor agregado que proviene no sólo de
la industrialización, sino de la aplicación de conocimiento científico”. Ahora, esto también “supone un país que tiene que tener una política científica tecnológica de absoluta fidelidad”, lo cual opina que está recién iniciándose con la creación del Ministerio que dirige Lino Barañao.
“Hay que generar un vínculo mucho más estrecho entre la producción tecnológica oficial y la producción científica y tecnológica de las universidades”, define: “Inclusive me refiero a lo que podría ser algo fuera de la mirada del corto plazo industrial como es la investigación básica”.
Este es un punto central, pues “si no tenemos científicos creando bases, aportes tecnológicos suficientes, es muy difícil que las empresas locales puedan competir con los precios internacionales”. Por eso destaca que deberíamos tener un “desarrollo científico endógeno”.
Por otro lado, como “el aislamiento no es una herramienta posible”, indica Gak, “nuestra mirada debe estar dirigida a la región, a la generación de cadenas de valor internacional a nivel local”.
Por su parte, Victorio Paulón de la UOM Villa Constitución, en Santa Fe, resalta la importancia de “vincular la investigación y el desarrollo en un proyecto nacional, que tiene que tener un fuerte
carácter federal para que participen todos los actores sociales”. Y considera que “el actor ausente es el empresariado nacional que es muy débil, que viene de un grado de destrucción muy grande, y por lo tanto ahí va a haber que pensar iniciativas que pongan como actor también a las organizaciones autónomas, es decir, cooperativas, empresas recuperadas, fuertemente vinculado a un proceso productivo”.
El gremialista indica, además, que “vivimos en un mundo que se ha globalizado, una economía que es muy difícil revertir, y que por lo tanto lo que tiene que jugar ahí es un papel muy importante de políticas activas de parte del Estado Nacional”. Sin embargo, aclara, “si bien
yo no pienso que vayamos abruptamente a políticas keynesianas, evidentemente frente a la crisis va a haber tendencias proteccionistas. Y ahí hay que lograr una sólida industria interna para poder competir en un mercado que va a ser cada vez más agresivo”. La propuesta incluye
“contraponer al modelo sojero una política consensuada y federal que implique a todos los actores sociales, conscientes de que si no hay un desarrollo sustentable, industrial y productivo, no tenemos posibilidad de resolver el tema de la exclusión y la pobreza”.
En definitiva, como remarca Paulón, “lo que se impone es la necesidad de buscar un modelo de reindustrialización sustentable que apunte por un lado a la recuperación del mercado interno y por otro la integración regional. Desde ese punto de vista un plan estratégico industrial
es una asignatura pendiente. No sólo del gobierno sino de todos los que de alguna manera estamos sosteniendo un proceso nacional y popular”. Para eso “lo que está faltando es un fuerte
debate y una base política que respalde este desarrollo más allá de los avatares electorales”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buena la nota. Manuel UNMdP