La hora de las aguas
















Algunos especialistas aseguran que la disputa más importante de este siglo será por el agua. Las zonas donde el recurso se presenta en gran cantidad son el foco de atención de los países más ricos. En Argentina, las privatizaciones consolidaron el trato del servicio como un negocio y multiplicaron el problema. ¿Quiénes toman hoy agua potable? ¿Qué beben los que no acceden a esa red? ¿Saben los peligros que implica? ¿Pueden hacer algo para revertir la situación? Proyectos de la Universidad apuntan al acceso de todos al agua potable, allí donde el lucro privado atenta contra los derechos humanos.

Por Josefina Oliva


La situación de los recursos naturales es cada vez más una preocupación en el mundo actual, por alteraciones que se han dado en el globo en forma natural o, entre otras causas, por la gran devastación y contaminación que día a día sufre el medio ambiente debido a la acción humana y en especial a su actividad industrial. Esta preocupación alcanza a los recursos hídricos y, a la hora de pensar lo que se avecina, el pronóstico que dan especialistas, informes internacionales y hechos concretos, no es nada alentador sino todo lo contrario.
La disputa del agua podría ser la causa de las guerras del siglo XXI. “El agua es un recurso estratégico. Todo recurso estratégico conlleva en sí la hipótesis de un conflicto donde hay poderes y está la posibilidad del enfrentamiento de esos poderes usando al máximo toda su fuerza para resolver el conflicto en beneficio propio”, explica la historiadora Elsa Bruzzone, especialista en geopolítica y secretaria del Centro de Militares para la Democracia Argentina (CEMIDA), autora de Las guerras del agua. Un recurso escaso en peligro.
Vivimos en un planeta conformado en dos terceras partes por agua, de las cuales el 97,5% se encuentran en mares y océanos, por lo tanto es agua salada.
Solamente un 2,5% es agua potable repartida entre agua superficial y subterránea. Al mismo tiempo, de ese 2,5%, el 90% se encuentra congelada, mientras que de la porción restante –lo que se encuentra en estado líquido–, entre un 30 y un 40% se concentra en los denominados acuíferos subterráneos. Allí radica la importancia del reservorio de América del Sur, compartido por Uruguay, Paraguay, Brasil y Argentina, que es el cuarto en importancia del mundo en cuanto a volumen, pero es el primero en recarga anual: el Acuífero Guaraní.
“Si uno ha visto a Irak invadido por el petróleo, a A fganistán invadido por el gas, el golpe de Estado orquestado contra el presidente Hugo Chavez por la oligarquía venezolana con la complicidad y la ayuda del departamento de Estado norteamericano, que tuvo que ver con la decisión de Estados Unidos de apoderarse del petróleo pero también con que Venezuela es una de las ocho llaves que abren la puerta a la Amazonia, entonces no podemos pensar que los países que tenemos agua no vayamos a sufrir intentos de esta naturaleza”, sostiene Bruzzone, que trabaja como asesora ad honorem del Congreso Nacional en temas vinculados a recursos estratégicos: “La Amazonia es la zona más rica del planeta en agua y biodiversidad, y además tiene una serie de minerales y recursos estratégicos de primer nivel”.
En los últimos años, la zona de la triple frontera se ha convertido en un punto estratégico: “En el caso de América del Sur, bajo el pretexto de la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, pero sobre todo contra el narcotráfico, por ejemplo a través del Plan Colombia”, resalta Bruzzone. “Esto ha permitido sembrar de bases todo lo que es la frontera amazónica”. Un dato adicional que evidencia el interés sobre el Acuífero Guaraní por parte de las grandes potencias y sobre todo de Estados Unidos, es que en el año 2000 su monitoreo pasó a disposición del Banco Mundial.
Previamente, en 1994, el geólogo Miguel Auge, graduado de la UNLP y profesor titular de Hidrología de la Universidad de Buenos Aires, junto con un grupo de universitarios de los países que albergan este recurso, había comenzado a investigarlo (ver “Se lo lleva el agua”.)Sin embargo, hoy el estudio y el control están en manos del organismo internacional con sede en Estados Unidos.

Litigios comerciales

En Argentina, el proceso de las privatizaciones también golpeó a los recursos hídricos. Tanto en Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, el periodo ocupado por la empresa Suez como prestataria del servicio de agua potable, culminó con una cadena de juicios que el Estado tiene que enfrentar en el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a Inversiones (Ciadi).
Argentina adhirió al Ciadi durante el gobierno de Carlos Menem, haciendo un guiño al sector privado internacional. Ahora están en juego, en ese organismo, millones y millones de dólares, tras la rescisión del contrato que se caracterizó por las altas tarifas, los incumplimientos en el orden de extensiones y sustentabilidad, y falencias en la calidad del agua potable.
El último 28 de marzo en Córdoba –la provincia donde la multinacional sigue interviniendo– la Coordinadora Córdoba en Defensa del Agua y la Vida (CCODAV), organizó un Juicio Popular contra Suez. Además de diferentes organizaciones, participaron muchos vecinos que plantearon su situación. Fue en el marco del tercer “Tinkuyaku”, una actividad que se viene realizando en forma consecutiva desde 2006, cuyo nombre proviene del quechua y significa “encuentro con el agua”.
“Nos conectamos como corresponde. No es la conexión individual sino que es una conexión colectiva, en trabajos comunitarios, en zanjeos comunitarios”, relata desde Córdoba Gustavo Spedale, que fue trabajador de Obras Sanitarias y dirigente gremial hasta el momento de la privatización. Hoy tiene otros trabajos, pero esa experiencia le permite llevar a cabo las “conexiones” que desde la CCODAV empezaron a realizar en 2006. “Hay una valoración por parte de los compañeros vecinos que nos permite decir ´bueno, así hemos obtenido el agua´, y eso ha ido creciendo un poco. Por ahí nos va superando la demanda de cómo podemos organizarnos ¿no?”, dice con una sonrisa. Según calcula, llevan ya 400 conexiones hechas en villas o asentamientos que carecen de agua. "También los otros sectores nos vamos organizando a través del rompimiento de los cepos. Los cepos son los que se ponen en los medidores para impedir que el servicio de agua continúe con normalidad cuando llega al grado de morosidad… A esto le llamamos la apropiación de la red de agua”. “A la empresa privatizada, lo único que le interesa es brindar el ser vicio a los sectores pudientes, a los que pueden pagar”, sintetiza Bruzzone. De esta forma, el agua está pensada “como una mercadería, sujeta a las leyes de ofer ta y demanda del mercado. Algo a lo que yo accedo si tengo dinero, y si no tengo tendré que tomar agua contaminada o morir de sed, o que la suer te me ayude a sobrevivir; y no como un derecho fundamental, a la salud y a la vida, un bien social inalienable que tiene que ser objeto
de política del sector público”.
En el caso de la Provincia de Buenos Aires, además de la empresa que cubre la mayor parte del territorio (hoy la estatal ABSA, que reemplazó a la privatizada Azurix), existen muchas cooperativas que se encargan de proveer ese bien elemental. Un caso es el de la localidad de Piedritas, partido de General Villegas, donde llevan a cabo esa tarea desde hace más de 10 años.
“El agua que ABSA entrega a General Villegas no es lo mismo, es intomable, es de mala calidad”, plantea Miguel Gonzales, uno de los miembros a cargo de la cooperativa. Allí el problema más frecuente es la presencia de fluor, por lo que llevan a cabo un proceso de ósmosis inversa asegura la calidad del agua.
Pero hay muchas poblaciones que no cuentan con emprendimientos de ese tipo, o a las que no les llega el agua de red. ¿Qué se hace en esos casos? Materia Pendiente consultó al ingeniero Eduardo Leyes, jefe del Departamento de Planes Hidrológicos de la Autoridad del Agua (ADA), quien contestó con seguridad: “La gente que no tiene dinero, ya tiene formas culturales de captación del recurso...” (ver “La voz de la autoridad”).

Fuera de la red

Según estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas dadas a conocer en el 4º Foro Mundial de México (2006), hacia 2020-2030 habrá una población de 8 mil millones de seres humanos, de los cuales unos 7 mil millones no van a tener acceso al agua potable.
Hoy mueren en el mundo 5.500 niños por día debido a enfermedades relacionadas con la falta de agua segura y de saneamiento básico, según indica Bruzzone en su último libro, publicado este año. Los datos son alarmantes y muestran la realidad de las personas que no tienen acceso a un agua limpia y sana, que beben agua de pozo, muchas veces en pésimas condiciones de contaminación, o que directamente mueren de sed.
Como explica el doctor en Ciencias Bioquímicas Patricio De Urraza, profesor de la Facultad de Ciencias Exactas de la UNLP, muy pocas veces el agua de pozos es potable, porque en general quienes los construyen no tienen el suficiente conocimiento para asegurar la potabilidad. Las perforaciones se hacen poco profundas, multiplicando la posibilidad de existencia de bacterias y contaminantes físico-químicos nocivos para la salud. “Hoy nosotros ya sabemos que si vamos a algún lugar y la gente toma agua de pozo, y el pozo lo hizo el vecino y tiene 10 metros de per foración, el agua está contaminada. Esto es acá, en Florencio Varela, en Brandsen...”, explica De Urraza, participante del Proyecto de Extensión “Análisis de la potabilidad de las aguas en La Plata y alrededores”, más conocido como “Taller de Aguas”, donde también intervienen universitarios de las facultades de Trabajo Social y de Bellas Artes. El trabajo comenzó en 1991, por una iniciativa de estudiantes de Ciencias Exactas: se pusieron a trabajar contactándose con gente de diversos barrios a la que no le llegaba la red, para evaluar las características del agua que estaban bebiendo, proveniente del subsuelo.
Hoy el proyecto continúa y sigue encontrando en los barrios que un gran porcentaje de la población de La Plata y alrededores no accede al agua potable. “El objetivo es ir y charlar con la gente acerca de qué significa tener agua potable, que es un derecho, y que es un recurso estratégico hoy por hoy: hay que tenerlo, usarlo y defenderlo. Si bien el objetivo no es llevar agua de red porque no tenemos los medios, muchas veces es la consecuencia, porque una vez que se pone en discusión, la gente va teniendo eso en la agenda y usa las herramientas que les damos para disparar el problema”, comenta De Urraza.
A medida que fue pasando el tiempo se asistió a diferentes lugares. Pero en los últimos dos años se instaló sobre todo en el barrio La Rotonda, de Florencio Varela: “Un lugar al que llegamos por uno de los propios integrantes del proyecto, que vive en la zona y que dio cuenta de los problemas de salud existentes allí, sobre todo en los más chicos”, cuenta la profesora Leda Giannuzzi, directora del proyecto. Se trata de un barrio rodeado de industrias, en el que si bien los habitantes se han encontrado con nuevas posibilidades laborales, los efluentes han ido influyendo en la salud de la población y hoy “es muy alto el contenido de plomo en sangre que se encuentra en los más chicos”, expresa la doctora en Química.
La Rotonda ha sido además el punto de enlace entre el “Taller de Aguas” y otro proyecto, titulado “Determinación de trazas de metales pesados en aguas subterráneas y superficie”, que comenzó en 2007 y que dirige la profesora de la UNLP e investigadora del CONICET María Inés Florit. Desde un principio el trabajo se basó en detectar la presencia de plomo, y posteriormente la de otros metales como cadmio, cinc, cobre, arsénico y mercurio, “que si bien no son tan complicados como el plomo tienen sus dificultades. Todos estos metales pesados son tóxicos a par tir de una cier ta concentración. Plomo no debería haber nunca, ni cadmio, ni cinc.
Porque todos son acumulativos, fundamentalmente en el hígado. Vos te tomás esta semana 100 litros de agua y te comiste un cachito de plomo... aunque la hayas calentado para el mate. Eso está abajo de lo que dice la norma; no te vas a intoxicar. A la semana siguiente te tomas otro y otro y tu organismo no los elimina, entonces tarde o temprano, en el devenir del tiempo, te empezás a intoxicar”, explica Florit.
Los impulsores del proyecto también tomaron muestras en Ezeiza, en las cercanías del Arroyo Seguí y en la zona del río Juan Gómez (Provincia de San Luis), un lugar de intensa actividad minera. En general han tenido en cuenta zonas rodeadas por industrias.
En el caso de Florencio Varela, a esa situación se suma el cercado de la autopista. “Por supuesto las autoridades juran por la luz de sus ojos que en la autopista no pasa nada. Pero la autopista es un dique de contención, las napas están muy altas y los desagües se ven dificultados. Si vos a todo eso, le sumas la presencia de industrias, curtiembres, y a los baches en la calle que los recubrieron ¡con plomo!... Encima la lluvia es ácida. Al lado hay una empresa de baterías,
de fabricación y reparación de acumuladores para autos, eso en su espíritu tiene plomo. Y eso está a cielo abier to, así que las plantas toman el vapor, viene una lluvia y todo eso cae”, advierte la coordinadora del proyecto de extensión.
Naturalmente contaminados Así como hay contaminantes que son producto de efluentes industriales, por lo tanto consecuencia del accionar del hombre, están también los que no lo son y que, por lo contrario, están en las napas desde hace millones de años. Es el caso del arsénico, que se encuentra naturalmente, por causas geofísicas.
En nuestra provincia, sobre todo en la zona de la llanura chacopampeana, el arsénico se encuentra en un alto grado. Hoy en día es muchísima la gente que bebe agua de pozo con ese componente. Y el arsénico no se elimina hirviendo el agua o colocándole cloro.
Teniendo en cuenta esta problemática, en 2005 otro grupo de profesionales, pertenecientes a las facultades de Ciencias Exactas y de Ciencias Naturales pusieron en práctica un proyecto sobre la presencia de arsénico en aguas, sobre el cual venían investigando hace años. En el trabajo, dirigido por la doctora en Química Lía Botto, confluyeron el Centro de Química Inorgánica (CEQUINOR), el Instituto de Recursos Minerales (INREMI), la Planta Piloto Multipropósito (PLAPLIMU) y el Centro de Investigación en Ciencias Aplicadas (CINDECA).
Una vez que obtuvieron la forma para eliminar el arsénico, investigaron cuál era la mejor manera de llevar a cabo el proceso en las distintas poblaciones. “Hicimos una experiencia piloto con una capacidad de tratamiento de 2000 litros por día –explica Botto– y el resultado, desde el análisis inicial y el análisis final luego del tratamiento, que no duró más de 5 horas, fue de 150 par tes por billón, que es un valor considerable, a menos de 5”, es decir, un valor por debajo de lo establecido por la OMS.
Para hacerlo se necesitaron tres tanques de 2000 litros cada uno. En el primero se efectuó un tratamiento del agua utilizando un adsorbente natural durante 30 minutos. Pasado ese tiempo se procedió a la decantación del sólido, ayudado con el agregado de una pequeña cantidad de coagulante. Luego, el líquido se pasó a un segundo tanque en el que se ajustó el contenido del coagulante para facilitar la total decantación y eliminación total de la turbidez.
Esos dos últimos tratamientos llevaron un tiempo de aproximadamente dos horas cada uno. Finalmente, el líquido pasó al tercer tanque, en condiciones ya aptas para su consumo.
El volumen con el que se trabajó está vinculado con la cantidad que una población necesita de agua por día. La idea es encontrar la forma para que se pueda hacer el procedimiento con una mayor cantidad, y también con mucho menos, “así cada uno lo puede hacer en su casa”. Podría ser la solución para una parte importante de la población, que no recibe agua de red, y que quizás ni siquiera sabe acerca de la presencia del contaminante, como suele pasar en muchos lugares.
Desde el Autoridad del Agua explican que su tarea “debería ser” contar con un inventario que detalle la calidad del agua de toda la provincia de Buenos Aires, e “informar” a la gente al respecto para encontrar las salidas correspondientes. En ese sentido, según Eduardo Leyes, “hay soluciones caseras” para el arsénico. Pero la tarea de los profesionales que integran el mencionado proyecto de extensión, así como el resto de los especialistas y militantes por el acceso al agua potable, da cuenta de un alto grado de desinformación.
En todo el mundo y especialmente en nuestra región, las condiciones del agua que se bebe en cada sitio están ligadas a condiciones socioeconómicas. A mayor poder, mayor acceso: la fórmula reproduce el valor del agua como una mercancía y no como un derecho humano.

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