Negociar con las Sobras - El problema de la basura, un legado de la dictadura

























“Cuanto más escasean las cosas en la ciudad, más reacia se vuelve la gente a desprenderse de algo; así como hace un tiempo nadie se lo pensaba dos veces antes de tirar una cáscara de naranja a la calle, ahora estas cáscaras se trituran hasta conseguir un puré que mucha gente come. Una camiseta deshilachada, un par de calzoncillos rotos, el ala de un sombrero, todas estas cosas se guardan para remendarlas y convertirlas en una nueva muda de ropa. La gente se viste con los atuendos más variopintos y ridículos y cada vez que te cruzas con alguna de estas personas vestidas a retazos, sabes que probablemente acaba de dejar a un buscador de objetos sin trabajo”
(Paul Auster, El país de las últimas cosas)

Por Josefina Oliva



Cada vez más, caminar por las calles de la “Ciudad Limpia” hace pensar en el tema de los residuos urbanos. Día a día la gente saca las bolsas a la calle. La mañana siguiente ya no están: un camión las transporta hacia un relleno de la CEAMSE (Coordinación Ecológica Área Metropolitana S. E.); o bien son llevadas por cartoneros, recuperadores o recicladores. Ese circuito se denomina “informal”, aunque es avalado por los entes gubernamentales. Es la otra pata de un conflicto latente: qué hacer con la basura.
Organizaciones ambientalistas, funcionarios y especialistas debaten la temática como un problema de contaminación. El riesgo para la salud es innegable. Sin embargo, tampoco se puede eludir el factor económico que prevalece por detrás de este sistema. El “Cinturón Ecológico Área Metropolitana Sociedad del Estado” –luego llamado Coordinación – nació al calor de las políticas de la dictadura, que avanzaron en una renuncia del Estado a sus funciones de bienestar. Fue considerado un ejemplo del llamado rol subsidiario : en un estudio sobre la acción pública municipal de esos años, Oscar Oszlak destaca “el carácter de organismo promotor de nuevos negocios para el sector privado adquirido por el CEAMSE desde su creación (...) La contratación de servicios no se limitaba a la ejecución sino que también se extendía a la inspección y control, hecho que entraña, sencillamente, una renuncia de la empresa pública al poder de policía...”.
La CEAMSE se estableció en 1978 mediante un convenio entre la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires y la Provincia, para ubicar los rellenos sanitarios promoviendo “el saneamiento, recuperación de áreas inundables y de tierras ganadas al río”. Casualmente, aquellos sitios estaban alejados del suelo porteño: “la ´exportación´ de residuos desde la Capital Federal a la Provincia –dice Oszlak– era una nueva expresión de las políticas impulsadas por la intendencia capitalina, caracterizadas por el intento de convertir a la ciudad de Buenos Aires en una zona relativamente exclusiva”.
Esa exportación, sumada al importe del capital inicial –mil millones de pesos–, los préstamos recibidos, el no pago de impuestos y el cobro de una tasa a los municipios –hoy está entre los 35 y 50 pesos por tonelada de basura–, decretado como norma de funcionamiento, dan cuenta de lo que esta “Sociedad del Estado” significa para la Provincia de Buenos Aires. Además, para la hora de “limpiar las ciudades”, el decreto 9111/78 prohibió “la realización de cualquier tipo de tarea de recuperación de residuos”. El denominado cirujeo quedaba así vedado “aún en terrenos de propiedad particulares”.
Durante tres décadas, todos los residuos debieron ir sí o sí a los rellenos sanitarios. La ley amparó que se descartara incluso aquello que se podía “aprovechar”. Y clausuró una posible alternativa para los sectores que el mismo sistema económico de la dictadura producía y excluía.
Hoy se sabe que hay muchísimos materiales que pueden recuperarse.
El doctor en Bioquímica Guido Mastrantonio, de la Facultad de Ciencias Exactas, explica que “de un kilo de basura domiciliaria, una muy buena proporción es materia orgánica. Lo que es reciclable es entre un 20 y 40%, depende si estás hablando de población de más o menos ingresos. Eso no tiene un valor de mercado, pero se pueden generar procesos a partir de un sistema que no consista en enterrar”.
Aunque la nueva ley provincial para la Gestión Integral de Residuos Sólidos Urbanos continúa teniendo en cuenta a la CEAMSE y cita al decretoley 9111, admite también la posibilidad del reciclado. La secretaria de Política Ambiental, Silvia Suárez Arocena, considera que “todo esto está contemplado en la ley, lo que hay que hacer ahora es empezar a cumplirla”. Pero... ¿qué medidas se están tomando para hacerlo? Lo que no va a la CEAMSE En La Plata hay dos cooperativas instaladas –y actualmente se está formando otra– que se dedican a tareas de recuperación y reciclado de residuos sólidos, creadas con el “apoyo” de la Municipalidad de La Plata y de Ecoraíces, una organización que apoya fehacientemente el funcionamiento de la CEAMSE (ver recuadro). Las iniciativas surgieron durante 2006, en tiempos de la nueva ley.
Una de ellas, “Por un futuro mejor”, está ubicada en la calle 520 entre 117 y 118, atrás del Mercado Regional, donde no se ve ni se siente. Hoy está conformada por diez familias, que trabajan en la separación de los residuos y luego los venden a la “20 de julio”, la otra cooperativa. Susana es mamá de cuatro hijos y junto con Carina –tesorera de la Cooperativa– llevan adelante esta iniciativa. El año pasado se ilusionaron con la posibilidad que se les abría. Sin tener otros medios más que el “cirujeo”, aquel prohibido por la dictadura, se pusieron a trabajar junto a otras familias en las mismas condiciones. Sin embargo, cuando les otorgaron el sitio prometido, se encontraron con que no había nada: “Fue el 31 de junio. Se abrió la puerta del mercado y la gente pasó para este lado. Estaba todo vacío, ni alambrado. No había agua, ni luz, nada: era una oscuridad terrible, un desierto... Empezamos ganando 4 pesos por semana; ahora estamos llegando a 70 o 100. Por eso mucha gente se fue: con 4 pesos por semana no hacen nada”.
Ahora el lugar es un galpón, que se mantiene limpio, más allá del trabajo con los residuos. En una pared se puede leer: “Aquí no se come ni se fuma”. La municipalidad les pide que mantengan “ordenado”.
Las diez familias sobreviven con lo que obtienen de la venta de los materiales separados, porque la tecnología que tienen no es suficiente para alcanzar aquello que el Municipio les impuso como condición a cambio de 3000 pesos mensuales: 30 toneladas por mes. “Nosotros no estamos haciendo las toneladas que tenemos que hacer, porque no nos alcanza ni el personal ni el tiempo ni nada”, comenta Susana. “Lo que pasa es que nosotros tenemos una pequeña enfardadora, no nos sirve para entrar al mercado. Tiene que ser una prensadora grande”.
Como no cumplen, la Municipalidad no paga. Así que desde hace dos meses sólo cuentan con el camión que les cedió el Municipio para efectuar la recolección, el galpón, los 20 trabajadores y la pequeña enfardadora.
Fuentes de la Municipalidad de La Plata que pidieron reserva de identidad, confirmaron esta situación y agregaron que la máquina “no es como la que se ve en la foto” (se refieren a la del afiche de Ecoraíces), sino que es muy chiquita. No es difícil suponer que las autoridades municipales saben por qué motivo los recuperadores no llegan a cumplir con la prestación del servicio acordada.
Este “nuevo sistema” de recolección de residuos para su posterior recuperación es un sistema perfectamente pensado.
Como son toneladas que no van a la CEAMSE, el Municipio se ahorra una gran cantidad de dinero: no sólo el que debería pagar por el enterramiento, sino también la recolección realizada por la empresa Esur. Pero durante dos meses los restos que la cooperativa “Por un futuro mejor” va desechando –dado que no se puede reciclar todo–, continúan sin que nadie los pase a buscar, largando el mismo olor nauseabundo que un relleno, y lejos del centro de la ciudad.
Así administra el problema la Municipalidad de la Plata. Cartoneros, recicladores y recuperadores realizan una tarea de suma importancia, que se transforma en el trabajo de aquellos que son segregados por un sistema que los denomina “sectores informales”,
y que en la práctica son una parte indispensable del circuito de la basura. Tanto es así que además de la condición de una cantidad de tonelaje mensual, tienen establecido un recorrido: “A nosotros nos dieron 40 cuadras, de 1 a 7, y de 520 a 528”, cuentan. De ahí no se pueden pasar.
Los integrantes de la cooperativa trabajan desde las ocho a las cuatro de la tarde, con un recreo para almorzar. Tienen en claro que la tarea de sobrevivir con lo que juntan es complicada, pero siguen adelante.
Reparten en partes iguales lo recaudado de la venta de los materiales. Hoy llegan a los 70 u 80 pesos por semana para cada integrante. Son 320 por mes. El circuito paralelo no le sale nada caro al Municipio.
Según explica Mastrantonio, en los últimos tiempos se ha dado un proceso que revaloriza a las actividades de recuperación y reciclado: “Los circuitos de materias primas vírgenes se están encareciendo, entonces se empiezan a revalorizar en forma relativa los circuitos de recuperación de los residuos, considerando sobre todo que nuestro esquema de consumo tira todo. Tenés todo ese material, todos los sistemas de packaging, de envoltorio, que están pensados para un consumo lujoso”.
Cuando el mismo sistema de mercado promueve un “maxi-consumo” que no tiene en cuenta el aprovechamiento de los recursos, hay quienes negocian con aquello que queda, para recuperarlo y reinstalarlo en la cadena productiva.

Más alternativas

Al cierre de esta edición, organizaciones ambientalistas y vecinos de Ensenada continuaban esperando que las autoridades provinciales y de la CEAMSE cumplieran con el convenio firmado en diciembre de 2006: cerrar el relleno de esa localidad. Después de una calurosa temporada de negociaciones con la localidad de Brandsen por la instalación del vertedero, el Ejecutivo bonaerense debió mirar para otro lado. Las últimas declaraciones del gobernador Felipe Solá aseguraron el cierre en Gonzalez Catán pero no el ensenadense, que quedaría picando para ser resuelto por las autoridades electas.
Cansados de esperar una solución, en Ensenada fueron surgiendo distintas alternativas para el manejo de la basura. Entre ellas está Yo reciclo, el Plan Vecinal de Revalorización y Reciclado de Residuos de Villa del Plata-Punta Lara, al que hoy adhieren cien familias. A través de un mapeo que renuevan cada semana, y colocando un cartel en el frente de cada casa adherida, los recuperadores son guiados a los hogares que separan lo húmedo de lo seco.
Alejandro Meitin es fundador de Ala Plástica, una organización artística que trabaja en el campo ambiental con el objetivo de “introducir la mirada sensible e intuitiva del arte en los procesos complejos de lo social” y que se integró al Plan. Entusiasmado por el crecimiento de Yo reciclo advierte: “el presidente de CEAMSE, Carlos Hurst, decía que tener una forma alternativa del manejo de residuos llevaría a la Argentina 20 años. Y con esa excusa nunca se empieza. Siempre te tiran la idea de que todo es a tan largo plazo porque resulta más fácil decir que no se puede”.
Sin ser los responsables de encontrar soluciones, los vecinos han logrado una alternativa. Se basan en la idea de que “la basura no contamina”: contamina su concentración, contamina la CEAMSE.
Ponen énfasis en que el problema no radica solamente en ver qué se hace con lo que queda, sino que se trata de tomar conciencia de lo que estamos consumiendo. “CEAMSE necesita que nosotros no pensemos en reducir nuestra cantidad de basura, porque ellos facturan aproximadamente entre 40 y 50 pesos por tonelada de residuo. Si ellos viven por la maximización del residuo que se entierra... estamos hablando de 100 mil toneladas diarias. El negocio es muy grande”, dice Meitin y ejemplifica que rara vez pensamos en el plástico que “nos venden” cuando “compramos un pollo” en la esquina. “Nos embuten” con aquello que no quisimos comprar y cuyo valor ni siquiera conocemos. Luego “lo tiramos a la basura” porque, como consumidores, no se nos ocurre qué más hacer con ese plástico. Para nosotros es algo lejano, es la “basura”, mientras que para otros será un material mucho más cercano y conocido, que se puede transformar.
Sin embargo, esta no parece ser la salida que buscan las autoridades. Van por otro lado.

En boca cerrada...

Con el foco puesto en el problema ambiental –como si sólo se tratara de eso– los gobiernos municipales también han buscando respuestas en la Universidad.
Mastrantonio integra, junto a representantes de las demás facultades, una comisión de la UNLP que está trabajando para la comuna platense. En el año 2007, la Municipalidad contrató a la Universidad para que elaborara un Plan de Gestión Integral de Residuos Sólidos Urbanos. “En el marco de ese contrato yo firmé un convenio de confidencialidad”, explica el investigador que, por esa razón, no puede dar más detalles sobre el proyecto. Lo mismo ocurre con otro plan de “Apoyo a Municipios de la Provincia de Buenos Aires en la Gestión de Residuos Sólidos Urbanos”, que se lleva adelante en la Facultad de Ingeniería, donde están trabajando para “identificar alternativas, sus ventajas y desventajas, y que el municipio tenga la posibilidad de elegir. Nosotros no le decimos al municipio qué es lo que tiene que hacer, nosotros le damos fundamentos para que pueda tomar una decisión. Acá cada uno tiene que cumplir su rol, la Universidad no va a tomar decisiones por el municipio, pero sí va a tomar estudios de base, va a hacer recomendaciones, va a presentar distintas alternativas”, afirma el ingeniero Marcos Cipponeri, integrante de ese programa, que prevé desarrollar el estudio con las localidades de Pila, Ayacucho y Ensenada. Con las dos primeras el trabajo es incipiente. En Ensenada ya comenzaron la investigación, que en este caso será clave para determinar qué consecuencias tuvo el relleno CEAMSE y qué se debería hacer ahora. Sin embargo, tanto Cipponeri
como el ingeniero Guillermo Jelinski –otro de los integrantes– y la licenciada Mónica Salvioli –directora el proyecto– afirman haber firmado un convenio de confidencialidad, por el cual no pueden anticipar nada de ese diagnóstico.
Es válido reconocer que los municipios de La Plata y Ensenada solicitaron colaboración a la Universidad, como lo estipula el artículo 5 de la flamante ley provincial: “Promover, impulsar y sustentar la investigación y desarrollo de la ciencia y tecnología nacional, necesarias para dar solución a los problemas derivados de los residuos sólido urbanos”. El problema es que esos pedidos no se condicen con una nueva política del manejo de los residuos, pues no excluyen la opción de buscar sitios “adecuados” para nuevos rellenos. Sin contar que, además, lo hacen en secreto.
Como una larga cadena productiva las vueltas que da la basura nunca terminan. Aunque nadie quiera tenerla cerca, se pueden sacar muchos provechos de ella. Cuando lo que corrientemente llamamos “basura” se trata de manera adecuada, adquiere valor. No se trata, sin embargo, de seguir fines lucrativos, sino de hallar una forma de reinsertar aquellos materiales que se pueden volver a utilizar.
Sin embargo, el mal manejo de la Municipalidad de La Plata con el doble circuito de recolección, las sucesivas violaciones a las leyes por un organismo avalado por autoridades provinciales, y el silencio de “investigaciones especiales”, oscurecen las alternativas para que el tratamiento de los residuos sea otro.

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